“Gracias a la vida porque lo he tenido todo”.
Llevo más de una semana con esa frase dando vueltas en mi
cabeza y sin poder evitar que las lágrimas amenacen con escaparse. La escribió
alguien a quien no conocí y sé que no soy la única en quien produce este
efecto.
Es curioso el poder de la palabra. Te permite sentirte cerca
de alguien que ni siquiera está entre nosotros y de quien en vida ni oíste
hablar. Alguien que, entre tanto miserable como nos rodea te hace reconciliarte
con el ser humano y pensar que, entre tanto hedor y tanta mediocridad, hay
personas íntegras, generosas, honestas… buenas.
Porque alguien como José Luis Abós, a quien la vida se le
escapa prematuramente y que es capaz de cerrar su carta de despedida con un
“Gracias a la vida porque lo he tenido todo” te hace replantearte todas tus miserias
diarias, el alcance auténtico de tus preocupaciones cotidianas y la profundidad
real de lo que te rodea.
¿Qué nos enfada en nuestro día a día? ¿Qué intrascendencias
nos impiden disfrutar? ¿Qué nimiedades nos acaban quitando el sueño? Acabamos
dando trascendencia a cosas sin importancia y desviamos la mirada de lo que
realmente nos hace felices: nuestra familia, nuestros amigos, ese trabajo
vocacional tal vez esté mal pagado pero te hacía disfrutar cada día y que tal
vez abandonaste por un supuesto éxito social que no te llena…
Qué importante es estar con quien quieres estar, en el lugar
en que quieres y haciendo lo que te hace sentir bien. A gusto con tu
conciencia. Pero la vida es traicionera y te envuelve en su vorágine de
necesidades innecesarias, de supuestos afectos realmente tóxicos y de paripés
hipócritas que al final te acaban robando lo único que importa: el tiempo.
El tiempo es la única renta realmente valiosa. Quemamos la
vida sin conocer cuál es nuestro crédito y solo cuando se nos pone de frente el
saldo restante aprendemos a valorarlo y decidimos con criterio cómo usarlo y
con quién. Somos finitos, no eternos.
Sí, José Luis, la vida te lo dio todo. Menos tiempo. Y tú
fuiste tan noble que, aun así, supiste agradecerle lo bueno y dejarle adiós con
una elegancia y una humildad que nos servirá a todos de ejemplo. Hasta a quienes
no te conocimos. Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario